Sounion: un hogar de paso para los refugiados
- M. Fernanda Chaves
- 4 dic 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 ene 2019
A escasos metros del mar, al sur de la Grecia continental, está el campamento para refugiados de Sounion. Las sombras de la guerra recorren los pasillos de piedra impulsadas por el viento invernal. Los niños, ya sin su niñez, juegan a recuperarla en las ruinas de un ex campamento de vacaciones para trabajadores del gobierno griego.
Trescientas personas esperan en Sounion. Casi el cincuenta por ciento menores. Todos ellos sirios, afganos o kurdos. Muchos viven hace mas de un año a la espera de un nuevo hogar. No quieren lástima, solo trabajo y un lugar lejos de la guerra para poder por fin vivir en paz.
La vida en el campo no empieza hasta después del medio día, excepto para quienes van al colegio. A quienes un bus los pasa a buscar y los lleva a Lavrio, la ciudad mas cercana, cada mañana. Allí intentan por cuatro horas recuperar su niñez, pero cuando regresan nada ha cambiado.
Acá nadie duerme en carpa. 67 dormis hacen a las veces de casa de familia, cubiertos de plásticos y frazadas, para no dejar pasar el frío, acobijan entre cuatro y doce personas por el tiempo que dure la espera. Sounion, es solo un lugar de transito.
Algunos llegan con una mano atrás y otra adelante. Otros traen algunas pertenencias, las pocas que pudieron rescatar en la huida . Casi toda su ropa proviene de donaciones, al igual que los pañales, elementos de limpieza e higiene personal. Una vez por mes las familias reciben de 80 a 90 euros por adulto y 50 euros por menor, hasta llegar al monto de 350 euros como máximo. Dos veces por día la marina griega, quienes están a cargo del campo, hace el reparto de comida. Pan, pollo, pasta y legumbres son la base de su dieta. La comida no se ve nada mal, pero ningún alimento luce igual después de un año seguido comiéndolo. Por eso, muchas familias usan su dinero mensual para comprar comida los jueves por la mañana, el día permitido, y mezclarla con la que reciben. “Sería mejor que nos dieran la comida sin cocinar, arroz, pasta, legumbres, así nosotros podríamos preparar lo que quisieramos”, se escucha todos los días de una boca diferente a la hora de la comida.
Cuando llegás a Sounion tenés tres opciones: Formar parte de un proceso de integración en Grecia; Ubicar a algún familiar en otro país y viajar allí, ya sea en un campo o para realizar el proceso de integración; Aspirar a viajar a Alemania u Holanda y empezar el proceso de integración en dicho país. Cualquiera sea la opción que elijan, los tiempos burocráticos son largos. Muchas familias llevan cerca de un año en el campo y, mientras tanto, su vida transcurre sin hogar, sin trabajo, sin niñez.
Durante el día, los residentes pueden pescar, ir a la playa o participar de algunas de las actividades del campo. Los voluntarios, jóvenes que vienen de otros países con la sola misión de ayudar, llevan adelante un jardín de infantes con diferentes actividades para niños entre 3 y 6 años tres veces por semana. Además, se realizan clases de ingles de distintos niveles, y actividades como cine o fiestas durante la tarde. Los sábados hay clases de música y partidos de fútbol.
Este es uno de los mejores campos en Grecia y en casi toda Europa. La gente que espera no pasa hambre ni frío. Pero en esta situación no se trata de mejores ni peores. La incertidumbre es parte constante en sus vidas, vidas apagadas por la guerra, vidas que dieron giros inesperados y cambiaron de un día para el otro y que hoy, lejos del lujo y privilegios de una vida acomodada, solo esperan por un hogar.
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